La presión arterial alta, o hipertensión, es una de las afecciones más comunes en el mundo y una de las principales causas de enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, controlar los niveles de presión no depende únicamente de la dieta, el ejercicio o los medicamentos recetados: algunas sustancias y tratamientos de uso cotidiano pueden elevarla o alterar la eficacia de los fármacos antihipertensivos, lo que hace fundamental consultar siempre con el equipo médico antes de iniciar o combinar tratamientos.
De acuerdo con la Mayo Clinic, entre los grupos más comunes de medicamentos y suplementos que pueden elevar la presión arterial se encuentran los antiinflamatorios no esteroides (AINE), los descongestionantes nasales, los antidepresivos, los anticonceptivos hormonales, los estimulantes, los inmunosupresores y algunos suplementos herbarios.
Antiinflamatorios no esteroides (AINE)
Estos medicamentos, utilizados para aliviar el dolor y reducir la inflamación, pueden provocar retención de líquidos y alterar el funcionamiento renal, lo que a su vez eleva la presión arterial. Entre los ejemplos más conocidos están la indometacina, el naproxeno sódico y el ibuprofeno. El uso crónico de estos fármacos puede causar un aumento sostenido de la presión, por lo que se recomienda consultar al médico sobre alternativas más seguras, especialmente en personas con diagnóstico de hipertensión.
Descongestionantes
Los descongestionantes, presentes en muchos remedios para el resfriado y las alergias, estrechan los vasos sanguíneos para reducir la inflamación nasal. Este mecanismo puede dificultar la circulación sanguínea y elevar la presión arterial. Ingredientes como la pseudoefedrina y la fenilefrina son los principales responsables de este efecto. En personas hipertensas, es preferible optar por medicamentos que indiquen en su etiqueta que son seguros para quienes padecen presión alta.
Antidepresivos
Al modificar la respuesta del cerebro a ciertas sustancias químicas que regulan el estado de ánimo, algunos antidepresivos —como los inhibidores de la monoaminooxidasa, los tricíclicos y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina— pueden provocar incrementos en la presión arterial. Se recomienda medirla con regularidad durante el tratamiento y ajustar la medicación si los valores se elevan.
Anticonceptivos hormonales
Las píldoras anticonceptivas, los parches y algunos dispositivos intrauterinos que liberan hormonas pueden aumentar la presión arterial, sobre todo en mujeres mayores de 35 años, fumadoras o con sobrepeso. El riesgo es menor cuando se utilizan métodos con bajas dosis de estrógeno, por lo que el médico puede ayudar a elegir la opción más adecuada en cada caso.
Cafeína
Aunque la cafeína tiene efectos vasodilatadores, también puede causar aumentos temporales de la presión arterial, especialmente en personas que no la consumen de forma habitual. Está presente en café, té, bebidas energizantes y algunos suplementos o medicamentos. Se recomienda medir la presión arterial unos 30 minutos después de consumir cafeína para determinar si existe sensibilidad individual.
Suplementos herbarios
No todos los productos naturales son inofensivos. Sustancias como el ginseng, el regaliz, la efedra, el guaraná o la árnica pueden interferir con los medicamentos para la hipertensión o elevar la presión por sí solas. Antes de tomar cualquier suplemento, incluso los de venta libre, es importante consultar con el médico o farmacéutico, ya que los efectos varían según la dosis y la combinación con otros tratamientos.
Terapias biológicas e inmunosupresores
Algunos tratamientos modernos, como los inhibidores de la angiogénesis o los anticuerpos monoclonales utilizados en el tratamiento del cáncer, pueden elevar la presión arterial. Fármacos como bevacizumab, imatinib o pazopanib requieren un control médico estrecho. Lo mismo ocurre con los inmunosupresores que se recetan a pacientes trasplantados, como la ciclosporina y el tacrolimus, que pueden aumentar la presión al afectar la función renal.
Estimulantes y drogas ilícitas
Los medicamentos estimulantes —como el metilfenidato, utilizado en el tratamiento del trastorno por déficit de atención e hiperactividad— pueden aumentar la frecuencia cardíaca y generar picos de presión arterial, incluso en personas jóvenes. En el caso de las drogas ilícitas, como la cocaína, las anfetaminas y el éxtasis, el riesgo es mucho mayor: estas sustancias estrechan los vasos sanguíneos, aceleran el ritmo cardíaco y pueden causar daño permanente al corazón y las arterias.
Cómo actuar ante una posible elevación de la presión
Si notas que tu presión arterial aumenta al iniciar un nuevo medicamento o suplemento, no lo suspendas por tu cuenta. La mejor opción es hablar con tu médico para ajustar el tratamiento, buscar alternativas y vigilar de cerca los valores de presión. En algunos casos, bastará con realizar cambios en el estilo de vida, mientras que en otros puede ser necesario modificar la medicación antihipertensiva.
La hipertensión no controlada es un factor de riesgo silencioso que puede derivar en problemas graves como infarto, accidente cerebrovascular o daño renal. Por ello, conocer cómo ciertos medicamentos o sustancias influyen en la presión arterial es una herramienta clave para prevenir complicaciones y proteger la salud cardiovascular a largo plazo.
















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