Un avance científico sin precedentes ha iluminado el complejo trasfondo genético del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), una condición mental que afecta aproximadamente a una de cada 100 personas en el mundo. Un estudio internacional liderado por la Universidad de Dalhousie, en Canadá, y con participación destacada de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), ha identificado 30 regiones específicas del ADN relacionadas con una mayor susceptibilidad al TOC, y dentro de ellas, 25 genes muestran una fuerte asociación con esta patología.
El trabajo, publicado en la prestigiosa revista Nature Genetics, representa el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre el genoma del TOC. Involucró más de 20 años de investigación, la colaboración de más de 200 especialistas y el análisis de datos genéticos de 53,660 personas con TOC y más de dos millones de individuos como grupo de control. Según los científicos, este descubrimiento no solo amplía el conocimiento sobre las raíces biológicas del trastorno, sino que también identifica potenciales dianas para futuras terapias farmacológicas.
Uno de los principales hallazgos es que el TOC no es causado por uno o dos genes aislados, como se creía en un principio, sino por una compleja red de cientos de genes que afectan a múltiples regiones del cerebro. Esto incluye áreas clave vinculadas a funciones como la toma de decisiones, la memoria y los procesos cognitivos de alto nivel. “Nuestros hallazgos respaldan la idea de que el TOC surge de una interacción compleja entre factores genéticos y ambientales”, explicó Manuel Mattheisen, titular de la Cátedra de Investigación en la Universidad de Dalhousie y autor principal del estudio.
El equipo también descubrió que el TOC comparte vínculos genéticos con otros trastornos psiquiátricos, como el síndrome de Tourette, la anorexia nerviosa, la ansiedad y la depresión. Esta coincidencia sugiere que muchos de estos padecimientos podrían compartir mecanismos biológicos similares, lo que ofrece nuevas perspectivas para entenderlos y tratarlos en conjunto.
Desde Santiago de Compostela, el catedrático Ángel Carracedo destacó que algunos de los genes identificados podrían usarse como base para el desarrollo de nuevos medicamentos o para perfeccionar tratamientos ya existentes, como la estimulación magnética transcraneal. Esta técnica no invasiva utiliza campos magnéticos para estimular las células nerviosas del cerebro y ha mostrado resultados prometedores en ciertos pacientes con TOC.
El TOC se caracteriza por la presencia de pensamientos intrusivos recurrentes (obsesiones) y conductas repetitivas (compulsiones) que buscan aliviar la ansiedad que estos pensamientos generan. Si bien actualmente existen tratamientos efectivos, como la terapia cognitivo-conductual y ciertos fármacos, no todos los pacientes responden de la misma manera, por lo que este tipo de avances abre un camino esperanzador hacia tratamientos más personalizados y eficaces.
En palabras de Carol Mathews, presidenta del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Florida y coautora del estudio, este hallazgo marca un punto de inflexión: “El TOC no es una enfermedad de un solo gen ni de una única región cerebral. Es una enfermedad de circuitos y de redes genéticas complejas”.
Este mapa genético, aún en expansión, no solo ofrece nuevas respuestas a quienes padecen este trastorno, sino que también refuerza el mensaje de que la salud mental tiene raíces biológicas profundas que deben comprenderse con rigor científico y sensibilidad humana.
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