Frente al número 102 de la calle Mar Blanco, en la colonia Popotla de la alcaldía Miguel Hidalgo, Gloria Dorador Martínez, de 68 años, pasa los días bajo una carpa improvisada con los pocos muebles que le quedaron tras ser desalojada del lugar donde ha vivido casi medio siglo.
El pasado 2 de octubre, autoridades judiciales llevaron a cabo el desalojo de una decena de viviendas sin previo aviso a sus ocupantes. Gracias a la intervención de colectivos antigentrificación y de brigadistas de la Secretaría de Bienestar federal, que realizaban un recorrido por la zona, el desahucio de Dorador y de una de sus hijas fue detenido. Sin embargo, el resto de sus vecinos fue expulsado con sus pertenencias, en medio de confusión y denuncias por irregularidades.
Según relata doña Gloria, todo comenzó tras la muerte de María de la Luz Leyva, propietaria original del inmueble. Uno de sus empleados, Mario Carlos Shelley, se asumió como poseedor del predio y habría cometido fraudes con la venta de viviendas y locales, aprovechando la falta de documentación de los arrendatarios.
En 2004, el esposo de Gloria, Armando Benigno Ávila Lechuga, ganó en primera y segunda instancia un juicio de prescripción positiva, al demostrar la posesión continua y pública del inmueble y evidenciar que Shelley no tenía derechos legales sobre la propiedad. Sin embargo, Ávila falleció en 2016 antes de inscribir el fallo en el Registro Público de la Propiedad y el Comercio, lo que dejó el proceso inconcluso.
Autoridades de la Secretaría de Vivienda informaron posteriormente a la familia que el caso prescribió por haber pasado más de 10 años, dejando a Gloria en una situación de vulnerabilidad jurídica.
Actualmente, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México analiza la situación legal del predio. Santiago Ávila, nieto de Gloria, presentó una denuncia por despojo que incluye a seis personas, entre ellas presuntos responsables de robo, amenazas y maltrato animal durante el operativo de desalojo.
Mientras tanto, bajo su carpa en la calle, doña Gloria sigue resistiendo, acompañada por su hija y apoyada por vecinos y colectivos que exigen justicia y el derecho a una vivienda digna frente al avance de la gentrificación en la zona.
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