“Tal vez una vez cada dos meses”. Esta frase, pronunciada con resignación por muchos hombres y mujeres en relaciones largas, refleja una realidad común: el deseo sexual disminuye con el tiempo. Lo que al principio fue pasión desbordante, con los años puede transformarse en monotonía, cansancio o incluso frustración. Pero ¿por qué sucede esto y cómo puede recuperarse la chispa?
De acuerdo con la psicóloga y psicoterapeuta Andrea Seiferth, las causas no son únicamente emocionales, sino también hormonales. Al inicio de una relación, las hormonas del deseo, como la dopamina y la testosterona, dominan el cuerpo, generando un impulso sexual intenso. Sin embargo, con el tiempo surgen otras sustancias, como la oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, que fortalece el vínculo y la confianza, pero a la vez atenúa la pasión. “Las hormonas del vínculo apagan las hormonas sexuales. Es algo que las parejas deben saber”, explica la especialista.
La clave, según Seiferth, está en la comunicación. Hablar sobre lo que gusta, lo que no, y lo que se extraña, es fundamental para mantener viva la conexión íntima. Sin embargo, muchas parejas evitan estas conversaciones por vergüenza o miedo a la incomodidad, lo que refuerza el silencio y la distancia.
Por otro lado, la doctora Meredith Chivers, directora del Laboratorio de Sexualidad y Género de la Universidad de Queens (Canadá), ha demostrado que la sexualidad femenina es particularmente compleja. Su investigación muestra que las mujeres pueden presentar excitación física —como la lubricación vaginal— sin experimentar deseo real. Según Chivers, esta respuesta automática tiene un origen evolutivo: un mecanismo de protección ante posibles daños físicos. Pero en la vida cotidiana, esta desconexión entre cuerpo y deseo puede generar confusión, frustración y una brecha erótica dentro de la pareja.
A ello se suma lo que se conoce como la “brecha orgásmica de género”, es decir, la diferencia entre la frecuencia con que hombres y mujeres alcanzan el orgasmo. Estudios recientes señalan que solo entre el 30 y el 60 % de las mujeres llegan al clímax durante las relaciones heterosexuales, frente a un 70 a 100 % de los hombres. Esta disparidad refleja no solo una cuestión biológica, sino también cultural y comunicativa.
Cuando el sexo se apaga, surgen dos caminos: resignarse o buscar soluciones. Para Seiferth, es crucial reconstruir la intimidad más allá del acto sexual. Los gestos cotidianos —abrazos, besos, caricias— son esenciales para mantener el contacto físico y emocional. “Si en el día a día no hay cercanía, pretender que haya sexo espontáneo el fin de semana es como saltar desde una torre de diez metros”, afirma.
El psicoanalista Diego Luparello advierte que las relaciones modernas se “oxidan” más rápido debido al ritmo de vida, las responsabilidades y el estrés. La llegada de los hijos, el exceso de trabajo o la rutina son factores que restan espacio a la intimidad. Con el tiempo, las parejas pueden transformarse en compañeros de vida más que en amantes. “Cuando el sexo deja de ser importante para la pareja, comienza un proceso de desexualización que puede conducir al olvido erótico”, señala.
Sin embargo, recuperar la pasión es posible. Según el psicólogo Santiago Gómez, mantener relaciones sexuales con regularidad aumenta el deseo, mientras que la abstinencia prolongada lo reduce. “El cuerpo necesita recordar que disfruta, que le gusta hacer el amor. Cuando eso sucede, la libido se reactiva naturalmente”, asegura.
La variedad también es clave. Los expertos recomiendan romper la rutina con experiencias nuevas: desde planear una cita especial hasta experimentar formas distintas de intimidad. El sexo, como la comida, se vuelve aburrido si siempre es igual. Explorar, jugar y compartir fantasías puede reavivar la complicidad.
De acuerdo con la sexóloga Amy Muise, no existe una frecuencia “normal” para una vida sexual saludable. En su estudio de la Universidad de Toronto, descubrió que las parejas más felices eran las que tenían relaciones una vez por semana. Más allá de la cantidad, lo importante es mantener una conexión emocional y un espacio íntimo libre de presiones.
Y cuando las palabras o los intentos no son suficientes, los especialistas coinciden en que buscar ayuda profesional no debe verse como un fracaso, sino como una oportunidad para redescubrir la relación. La terapia sexual permite identificar los factores que bloquean el deseo y construir nuevas formas de encuentro.
El deseo no se extingue de golpe; se apaga lentamente entre la rutina, el cansancio y el silencio. Pero con comunicación, empatía y voluntad, es posible mantener viva la llama incluso después de años de convivencia. Porque más allá del sexo, se trata de aprender a elegir —una y otra vez— al mismo compañero de vida.
Deja una respuesta