El otoño trae consigo un espectáculo visual incomparable: calles y parques tapizados de hojas que varían del amarillo al rojo intenso. Sin embargo, detrás de esta postal natural hay un proceso biológico sorprendente. La caída de las hojas no ocurre al azar ni simplemente por el viento o el frío, sino que está regulada por las hormonas vegetales, conocidas como fitohormonas, que actúan como mensajeras internas del árbol.
A medida que los días se acortan y disminuyen las horas de luz solar, los árboles detectan que se aproxima la estación fría. Esta reducción de luminosidad desencadena una serie de reacciones químicas que cambian el color de las hojas y, más tarde, provocan su desprendimiento. El árbol, en un acto de supervivencia, comienza a extraer los nutrientes esenciales de las hojas —como hierro, magnesio, zinc, potasio y fosfato— para almacenarlos en su tronco y raíces. Así se prepara para resistir los meses invernales, cuando la fotosíntesis se interrumpe casi por completo.
El papel de las fitohormonas es crucial en este proceso. Estas sustancias crean un tejido de separación entre la rama y la hoja, debilitando su unión hasta que finalmente se desprende sin causar daño. Es un mecanismo perfectamente diseñado: el árbol “ordena” a sus hojas caer antes de que las primeras tormentas de otoño las arranquen violentamente. Con ello, reduce su superficie expuesta al viento y la nieve, haciéndose más resistente a las inclemencias del clima.
Sin embargo, los expertos advierten que los cambios climáticos actuales están alterando este ciclo natural. Los fenómenos meteorológicos extremos —como lluvias intensas o calores prolongados— están provocando que muchos árboles pierdan sus hojas antes de tiempo, incluso antes de que el otoño comience oficialmente.
De acuerdo con la Oficina Estatal de Silvicultura de Baviera, una hectárea de bosque mixto puede producir alrededor de cinco toneladas de hojas al año. Aunque parezca un exceso, este tapiz natural cumple una función vital: protege el suelo, sirve de abrigo a pequeños animales e insectos durante el invierno y evita que las raíces de las plantas sufran por las heladas. Por eso, los especialistas recomiendan no retirar las hojas en los bosques ni en los senderos naturales.
El ciclo otoñal de las hojas, lejos de ser un simple fenómeno estacional, es una demostración de la precisión con la que la naturaleza se adapta para sobrevivir. Detrás de cada hoja que cae hay un proceso hormonal complejo, silencioso y perfectamente sincronizado con el cambio de estaciones.
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