El universo está lleno de condiciones que, vistas desde la Tierra, parecen incompatibles con cualquier forma de vida: vacío extremo, radiación intensa, temperaturas gélidas y ausencia total de oxígeno. Hasta ahora, solo organismos extremófilos como los tardígrados habían demostrado una capacidad sorprendente para resistir semejantes entornos. Sin embargo, un nuevo estudio japonés sugiere que la historia podría ser mucho más compleja —y fascinante— de lo que pensábamos.
Investigadores de la Universidad de Hokkaido acaban de demostrar que el musgo Physcomitrium patens, común en nuestro planeta y lejos de ser considerado un extremófilo, puede sobrevivir y adaptarse al vacío espacial. Los resultados, publicados recientemente en la revista iScience, abren una ventana inesperada hacia el pasado evolutivo de las plantas y hacia el futuro de la exploración espacial.
El experimento comenzó en 2022, cuando el biólogo Tomomichi Fujita envió un centenar de esporofitos del musgo a la Estación Espacial Internacional. Una vez allí, los astronautas colocaron las muestras en el exterior de la estación, exponiéndolas durante nueve meses al entorno espacial sin ningún tipo de protección adicional. Radiación ultravioleta de alta intensidad, temperaturas extremadamente bajas y la ausencia completa de presión fueron parte del ambiente hostil al que se enfrentaron.
Cuando las muestras regresaron a la Tierra en 2023, los resultados sorprendieron incluso a los propios investigadores: más del 80% de las esporas sobrevivieron y lograron germinar días después de ser analizadas en el laboratorio. La resistencia, no solo pasiva sino funcional, señaló que estas plantas primigenias poseen mecanismos de adaptación más profundos de lo que se creía.
Para Fujita, estos hallazgos están directamente relacionados con la evolución de las primeras plantas terrestres. Hace unos 500 millones de años, antes de que existieran árboles o plantas con flores, los musgos fueron de los primeros organismos en colonizar la superficie del planeta y modificarla para permitir que otras formas de vida prosperaran. Su capacidad para resistir condiciones extremas habría sido clave para inaugurar la vegetación en la Tierra.
Ahora, la pregunta se expande más allá de nuestro mundo: ¿podrían organismos como Physcomitrium patens crecer en otros planetas? Fujita cree que sí. En su conversación con El País, señaló que estos musgos podrían participar en procesos de terraformación, es decir, modificar la atmósfera, la temperatura y la ecología de otro planeta para hacerlo habitable. Este tipo de plantas podría convertirse en una herramienta biológica en futuros asentamientos humanos en mundos como Marte.
El hallazgo también invita a reflexionar sobre nuestra propia capacidad de adaptación. En la Tierra existen plantas capaces de sintetizar compuestos para resistir la intensa radiación de las altas montañas, y poblaciones humanas —como las del Himalaya— que han desarrollado adaptaciones genéticas para vivir con muy poco oxígeno, gracias a variantes heredables como el gen EPAS1. La vida, en todas sus formas, parece empeñada en persistir.
Si la existencia puede aferrarse incluso al vacío del espacio, quizás no sea la excepción del cosmos, sino una de sus consecuencias más probables. En planetas rocosos con gravedad suficiente para retener una atmósfera y situados a la distancia adecuada de su estrella para mantener agua líquida, la vida podría emerger y evolucionar de formas tan diversas como inesperadas.
La resistencia del musgo japonés no solo amplía los límites de nuestra comprensión científica, sino que también nos recuerda algo fundamental: la vida, incluso en sus expresiones más pequeñas, es más robusta y adaptable de lo que imaginamos. Y aunque soñemos con llevarla a otros mundos, su supervivencia futura depende también de nuestra capacidad para preservar el único hogar que hoy tenemos.















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