Los Demonios del Poder
Los “sin comentarios” de Claudia Sheinbaum
Carlos Lara Moreno
La concesión del Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado representa un hito político y simbólico: una mujer latinoamericana premiada por su lucha democrática.
Sin embargo, la reacción de Claudia Sheinbaum Pardo — y en particular su discurso de “es tiempo de mujeres” — revela que lo que está en juego no es la sororidad ni la hermandad femenina, sino la contienda ideológica y el cálculo político.
Desde el primer momento, la presidenta mexicana optó por el silencio o por declaraciones tibias.
En sus pronunciamientos públicos, se limitó a decir “sin comentarios” ante preguntas sobre el galardón otorgado a Machado. En medios diversos se reseñó que Sheinbaum evitó felicitar explícitamente a la líder venezolana.
En lugar de rendir un gesto de reconocimiento — al menos formal —, prefirió cubrirse bajo la “Doctrina Estrada” para justificar su silencio diplomático.
Contra lo que podría esperarse de una política que proclama el feminismo y prioriza la agenda de género, ese silencio duele más que una disculpa, porque no es sólo la omisión lo que importa, sino el contraste con su retórica: proclamar que “es tiempo de mujeres” mientras se margina a una mujer reconocida internacionalmente por su lucha es una incoherencia manifiesta.
Hay dos lecturas posibles, ambas comprometedoras para Sheinbaum y su proyecto. La primera es que su afirmación de “tiempo de mujeres” funciona como una bandera retórica: discurso de empoderamiento femenino cuando convenga, pero sujeta a límites ideológicos.
La segunda es más profunda: que priorizó su compás político, alineamiento ideológico, distancia del “opositor extremo”, por encima de un gesto simbólico de solidaridad femenina.
Porque si de verdad fuera un asunto de género y no de política, el gesto elemental habría sido reconocer el valor de Machado como mujer que resiste en condiciones adversas. Pero Sheinbaum no lo hizo. Y queda claro que, en su cálculo, el “momento de las mujeres” admite excepciones cuando la mujer reconocida no encaja en su mapa ideológico.
La resultante es doblemente triste: no sólo se pierde la oportunidad de mostrar congruencia, sino que se envía un mensaje, o reafirmación, de que la agenda feminista es permisiva sólo dentro de ciertos límites ideológicos, no como solidaridad transversal.
Ese desaire, más que un acto aislado, constituye un rédito simbólico: Sheinbaum le dio prioridad a su perfil político antes que al abrazo simbólico entre mujeres que lideran resistencias.
La política, en esencia, siempre será estratégica. Pero en los discursos de género, la credibilidad no admite ambigüedades. Y cuando alguien que proclama “tiempo de mujeres” relega a una mujer galardonada para no “mojarse” políticamente, demuestra que no le ganó el principio de sororidad, sino el interés táctico.
Que quede claro: el silencio no es inocente. Y el mensaje no pasa desapercibido a los Demonios del Poder.
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