Volodímir Zelenski dijo que sí asistiría a la reunión que han anunciado Donald Trump y Vladímir Putin en Budapest si es invitado y si el formato incluye a los tres juntos —o bien en una diplomacia tipo “itinerante” donde Trump se reúna con cada uno—, una oferta que abre la puerta a un encuentro de alto riesgo pero también, en teoría, a una salida negociada del conflicto.
La iniciativa para reunir a los líderes en Hungría viene directamente de Trump, quien anunció el encuentro tras una larga llamada con Putin y dijo que podía ocurrir “en las próximas dos semanas”; el Kremlin confirmó que Budapest fue elegida en parte porque el primer ministro Viktor Orbán mantiene buenas relaciones con ambos.
¿Por qué esta posible cumbre es tan volátil? Porque llega después de una tensa visita de Zelenski a la Casa Blanca, donde —según varios reportes— Trump presionó a su par ucraniano para que ceda territorio en el Donbás como parte de un arreglo, una petición que Kyiv rechazó de plano y que ha encendido alertas entre los aliados europeos. Zelenski insiste en que no va a “regalarle la victoria a los rusos”.
Desde Europa ya hay reacciones encontradas: la jefa de la diplomacia de la UE, Kaja Kallas, dijo que la idea de recibir a Putin en una capital europea “no es agradable” y pidió que cualquier iniciativa incluya a Ucrania; el presidente francés, Emmanuel Macron, también consideró que los ucranianos y los europeos deberían estar presentes en cualquier conversación que aspire a realmente resolver el conflicto.
En el terreno práctico, Zelenski deja claro que asistiría sólo si la reunión no lo reduce a una foto: quiere garantías sobre el formato y, sobre todo, que no implique presiones para entregar territorios que Kiev considera no negociables. Mientras tanto, Ucrania sigue reforzando su defensa: tras la visita a Washington se informó que Kyiv está preparando la compra de 25 sistemas antiaéreos Patriot, una señal de que la guerra no se va a parar por arte de magia.
¿Qué buscan Trump y Putin? Oficialmente, “ver si se puede poner fin a esta guerra”, según la Casa Blanca; en la práctica, el riesgo es que una negociación entre Moscú y Washington sin la plena y autónoma participación ucraniana termine imponiendo soluciones que no reflejen las prioridades de Kiev ni la integridad territorial que defienden sus aliados europeos. Algunos diplomáticos europeos ya mueven fichas para asegurar que Ucrania no quede fuera del centro de la mesa de negociación.
Además de la diplomacia, hay factores legales y logísticos: la presencia de Putin en una capital europea es polémica por la existencia de una orden de la Corte Penal Internacional, y la seguridad y el trayecto del mandatario ruso requieren arreglos complejos. También está la presión de actores regionales —Polonia y otros miembros de la OTAN han planteado opciones más firmes como zonas de exclusión aérea— que complican cualquier acuerdo rápido.
En resumen: Zelenski no cierra la puerta y dice “si me invitan, voy”, pero pone condiciones claras. Para Ucrania, la prioridad sigue siendo mantener su soberanía y capacidad defensiva; para Trump y Putin, la cumbre puede ser la oportunidad de intentar un arreglo diplomático; para Europa, la cita plantea dudas sobre legitimidad y consecuencias. Si el encuentro se concreta, será una de las citas diplomáticas más sensibles del año —y difícilmente pasará desapercibida en la política global.
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