Hoy, más que nunca, las comunicaciones móviles enfrentan el reto de llegar a zonas remotas o afectadas por desastres naturales. Frente a ello surge una nueva apuesta: la combinación de conectividad satelital con redes móviles avanzadas (6G), que pretende convertir al celular en un dispositivo capaz de conectarse con el espacio cuando las redes terrestres fallan. En ese escenario, el rumor del Nothing Phone 3a con soporte Starlink resuena como un cambio de paradigma tecnológico.
La tecnología utilizada se llama Non-Terrestrial Network (NTN): redes satelitales (o de plataformas no terrestres) diseñadas para integrarse con 5G/6G. En palabras simples: tu teléfono podría cambiar a modo satélite cuando no tenga cobertura celular. Esa capacidad, que ya se explora en normas 3GPP, permitirá extender señal a lugares que hoy permanecen incomunicados.
Firmas como Nokia ya anuncian que el 6G “pondrá conectividad satelital en cada smartphone y dispositivo”, con interoperación entre redes terrestres y satelitales como eje central.
La propuesta de Nothing sería una integración directa: al detectar ausencia de señal 4G o 5G, el equipo pasaría a conectarse a la red Starlink. Se habla de latencias muy bajas, incluso por debajo de 1 milisegundo en pruebas internas de octubre —aunque esta cifra debe tomarse con cautela hasta verificaciones independientes. Por ahora, los datos reales de Starlink muestran latencias promedio entre 20 y 50 ms, lo que ya lo coloca como alternativa viable incluso para videollamadas o juegos ligeros cuando no hay otra opción.
Una prueba de desempeño reciente con Starlink mostró que con su red satelital y configuraciones bien optimizadas, el jitter promedio fue de 12 ms y la demora en paquetes de voz (RTP) de 76 ms en entornos exigentes, mientras que la estabilidad de las llamadas fue cercana al 99-99.5 % bajo carga. Esa métrica posiciona a Starlink no solo como una solución de respaldo, sino con un nivel competitivo frente a redes terrestres en situaciones adversas.
Además, en regiones donde las redes móviles tradicionales son imposibles de desplegar o mantener —por terreno, población dispersa o infraestructura ausente—, estos enlaces satelitales podrían cerrar la brecha digital.
El interés no es puramente técnico: foros especializados muestran entusiasmo. Usuarios comparan latencias, pruebas de cobertura y escenarios de desastre. Algunos reportan que en ambientes rurales o líneas montañosas, la conexión satelital persistió mientras el celular común quedaba sin señal. Este tipo de testimonios se ha vuelto viral justo después del CES y otras ferias tecnológicas.
No obstante, hay retos de ingeniería por delante. Aunque la latencia mínima anunciada para algunos satélites en órbita baja es prometedora, los saltos entre satélite y satélite, la interferencia atmosférica, el consumo energético y la optimización de antenas en teléfonos compactos son obstáculos reales. Los estudios sobre la red Starlink detectan que los usuarios perciben mayor variabilidad en throughput y latencia que en redes terrestres —y factores como clima, obstrucciones o rutas de tráfico pueden afectar la experiencia.
También es necesario coordinar espectro, interoperabilidad y regulaciones. Los satélites deben operar en bandas compatibles con los equipos móviles sin causar interferencias. Además, los estándares del 3GPP contemplan que los dispositivos alternen suave y seguro entre redes terrestres y satélite. Empresas del rubro espacial como AST SpaceMobile también participan del ecosistema al construir constelaciones que permitan que smartphones “no modificados” puedan conectarse con satélite directo.
Si todo marcha según lo planeado, podríamos ver un día en que no importará dónde estés: tu celular buscará conexión primero por tierra, y si eso falla, por el cielo. Zonas desatendidas, rutas de emergencia, viajes extensos o eventos extremos podrían dejar de ser sinónimo de “sin señal”. Para el usuario final, la promesa es simple: siempre conectado, incluso donde parecería imposible.
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