La Riviera Maya continúa en 2025 como el principal destino turístico de México y uno de los más visitados del mundo, impulsada por su infraestructura hotelera, conectividad aérea y oferta natural única. Sin embargo, el crecimiento acelerado ha generado retos en materia ambiental, económica y social que colocan bajo escrutinio el modelo de desarrollo turístico en la región.
De acuerdo con la Secretaría de Turismo, el corredor que abarca desde Cancún hasta Tulum concentra más del 40% de las llegadas internacionales al país, con un incremento del 7% en el flujo de visitantes durante el primer semestre del año. Este auge responde a la recuperación postpandemia y al fenómeno conocido como “viaje de venganza”, en el que millones de turistas buscan reconectar con el ocio y la naturaleza tras años de restricciones sanitarias.
Tulum, uno de los epicentros del turismo internacional, ha pasado de ser un refugio bohemio a convertirse en un enclave de lujo. El aumento en los precios de hospedaje y servicios ha limitado la afluencia del turismo nacional, mientras la expansión inmobiliaria y la gentrificación transforman el entorno urbano. Expertos advierten que la saturación de visitantes podría impactar negativamente los ecosistemas costeros y el equilibrio social de la zona.
En contraste, destinos como Holbox y Playa del Carmen han apostado por modelos de desarrollo más sostenibles. Holbox, por ejemplo, limita la construcción de grandes complejos turísticos y promueve alojamientos ecológicos. El turismo de naturaleza, el avistamiento de fauna y las actividades acuáticas de bajo impacto ambiental se han convertido en su principal atractivo.
El Caribe mexicano enfrenta además desafíos derivados de las alertas de viaje emitidas por el gobierno de Estados Unidos, que incluyen a 30 entidades del país. Si bien Quintana Roo mantiene niveles de seguridad estables en zonas turísticas, los reportes internacionales han frenado parcialmente la llegada de algunos viajeros, afectando las reservas en temporadas altas.
A pesar de ello, el sector mantiene un papel fundamental en la economía nacional. Según estimaciones de la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya, el turismo costero aportará más de 281 mil millones de dólares al Producto Interno Bruto turístico en 2025. La inversión extranjera en eco-resorts, transporte y servicios complementarios continúa creciendo, con un enfoque cada vez mayor en la sustentabilidad.
La tendencia también se diversifica hacia el Pacífico. En Riviera Nayarit, destinos como Sayulita y San Blas se posicionan como alternativas más tranquilas y accesibles. Su popularidad en redes sociales se debe a la promoción de “escapadas low-cost” centradas en surf, gastronomía local y turismo comunitario, atrayendo a un público joven interesado en experiencias auténticas y sostenibles.
Autoridades federales y estatales han reforzado la regulación ambiental en las costas del sureste, implementando límites de capacidad en cenotes, arrecifes y áreas naturales protegidas. Asimismo, programas de reforestación y limpieza de playas buscan mitigar el impacto de la actividad turística y preservar la biodiversidad marina.
El Caribe mexicano se encuentra en una encrucijada entre el crecimiento económico y la preservación ambiental. La Riviera Maya busca consolidarse como un destino competitivo y sostenible, capaz de equilibrar el disfrute de sus recursos naturales con la responsabilidad ecológica y social que exige el turismo del futuro.
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