Adoptar y mantener hábitos saludables durante la juventud puede marcar la diferencia entre una vida larga y una llena de complicaciones cardiovasculares. Un estudio publicado el 6 de octubre en la revista JAMA Network Open concluyó que las decisiones que las personas toman entre los 20 y los 30 años tienen un efecto profundo y duradero en su riesgo de sufrir ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares en la madurez.
Los investigadores siguieron durante dos décadas a más de 4,200 adultos que se unieron a un estudio sobre salud cardiaca iniciado en 1985 y 1986, cuando tenían entre 18 y 30 años. Su objetivo fue evaluar cómo la adopción de buenos hábitos —o la falta de ellos— influye en el corazón con el paso del tiempo. Para ello, analizaron el cumplimiento de los llamados Life’s Essential 8, una guía elaborada por la Asociación Americana del Corazón que incluye ocho pilares: una alimentación equilibrada, actividad física regular, abandono del tabaco, sueño adecuado, control del peso, colesterol, azúcar en sangre y presión arterial.
Los resultados fueron contundentes. Aquellos adultos jóvenes que dejaron de cuidar su salud cardiaca y vieron deteriorarse sus hábitos con los años enfrentaron un riesgo diez veces mayor de sufrir un infarto, derrame cerebral o enfermedad cardiovascular en comparación con quienes mantuvieron prácticas saludables. Incluso las personas con hábitos “moderados” de salud cardíaca duplicaron su riesgo, y quienes tuvieron una puntuación baja de manera constante lo multiplicaron casi por seis.
El impacto de los cambios fue medible: cada reducción de 10 puntos en la puntuación Life’s Essential 8 se asoció con un aumento del 53% en el riesgo de enfermedad cardíaca. “El cambio importa: las mejoras en la salud cardiaca pueden reducir el riesgo futuro, y cuanto antes se logre y mantenga, mejor”, afirmó el doctor Donald Lloyd-Jones, profesor de medicina de la Universidad de Boston y autor principal del estudio.
El cardiólogo Gaurav Rao, del Hospital de Huntington en Nueva York, subrayó la importancia de atender la salud desde etapas tempranas. “Debemos cuidarnos mejor entre los 18 y los 30 años, no esperar hasta los 45 para consultar a un especialista. Las decisiones de hoy tienen consecuencias acumulativas”, señaló. Explicó que, por ejemplo, mantener niveles altos de colesterol durante años puede acelerar el desarrollo de enfermedad coronaria, mientras que intervenir a tiempo permite estabilizar el riesgo y mejorar la trayectoria a largo plazo.
Los expertos advierten que muchas personas tienden a subestimar el impacto futuro de sus hábitos, creyendo que pueden “encender el interruptor” de una vida saludable más adelante. Sin embargo, el estudio demuestra que el cuerpo no olvida. Aunque nunca es tarde para cambiar, los beneficios de adoptar buenos hábitos a una edad temprana son mucho más significativos y duraderos.
En palabras de Rao: “Cuanto antes reviertas los malos patrones, mejor será tu trayectoria cardiovascular. Hacerlo a los 20 o 30 años es mucho más efectivo que a los 40 o 50”.
La Asociación Americana del Corazón ofrece más información sobre cómo mejorar los hábitos incluidos en Life’s Essential 8, una herramienta que busca fomentar una cultura preventiva para proteger el corazón desde la juventud.
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