El turismo arqueológico en México vive un auge sin precedentes en 2025, con las zonas mayas a la cabeza de un movimiento cultural que combina historia, tecnología y sostenibilidad. De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), sitios como Chichén Itzá y Teotihuacán se mantienen entre los más visitados del país, registrando un incremento del 20% en la afluencia de turistas nacionales e internacionales.
Chichén Itzá, declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO y una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo, sigue siendo el epicentro del turismo arqueoastronómico. Cada año, durante el equinoccio de primavera, miles de visitantes se congregan para observar el fenómeno de la serpiente de luz descendiendo por la escalinata de El Castillo, un evento que combina precisión científica y simbolismo espiritual. Este espectáculo, replicado y viralizado en redes sociales, genera millones de visualizaciones en plataformas digitales y atrae a una nueva generación de viajeros interesados en la historia prehispánica.
En la Península de Yucatán, la reactivación del Tren Maya ha transformado la conectividad turística, integrando destinos antes aislados como Palenque, Uxmal, Calakmul y Ek’ Balam. Esta infraestructura permite el acceso sostenible a sitios arqueológicos rodeados de selva y fortalece la economía de comunidades locales que ofrecen experiencias inmersivas como rituales mayas, talleres de glifos y recorridos guiados por especialistas.
Tulum, por su parte, se ha consolidado como el tercer sitio arqueológico más visitado del país. Su ubicación junto al mar Caribe lo convierte en un punto de convergencia entre historia y naturaleza, donde templos mayas se alzan frente a playas reconocidas por su belleza escénica. En 2025, la tendencia de “turismo educativo” y las actividades culturales complementarias han elevado su atractivo, especialmente entre viajeros jóvenes que buscan aprendizaje y bienestar.
El perfil del visitante también ha cambiado. Datos de la Secretaría de Turismo indican que el 55% de los turistas que acuden a zonas arqueológicas pertenece al rango millennial, interesados en experiencias que conecten la espiritualidad con la historia. Actividades como temazcales, recorridos sensoriales y meditaciones guiadas en sitios sagrados se integran ahora en los paquetes turísticos tradicionales.
Sin embargo, los desafíos persisten. El INAH ha señalado la necesidad de reforzar la infraestructura en varios sitios, particularmente en áreas con alta afluencia donde la falta de servicios básicos limita la experiencia del visitante. Expertos recomiendan destinar mayores recursos a la conservación de estructuras, manejo de residuos y capacitación de guías locales para garantizar la preservación del patrimonio cultural.
Teotihuacán, la llamada “Ciudad de los Dioses”, mantiene su relevancia tanto en el plano histórico como turístico. Las experiencias aéreas en globos aerostáticos sobre las pirámides del Sol y la Luna continúan siendo uno de los principales atractivos, con un promedio de 10 millones de visualizaciones mensuales en redes sociales. Este modelo de turismo vivencial ha permitido diversificar la oferta y atraer a públicos interesados en la historia, la astronomía y la fotografía.
México cuenta con 365 zonas arqueológicas registradas, de las cuales más de 190 están abiertas al público. Estas áreas generan alrededor del 15% del Producto Interno Bruto turístico nacional, además de fomentar el orgullo por las raíces indígenas y promover la educación patrimonial. El turismo cultural se consolida así como una herramienta de identidad y desarrollo sostenible para las regiones del sur y centro del país.
Con la expansión del Tren Maya y el crecimiento del turismo educativo, México refuerza su posición como destino líder en el rescate y difusión de su legado ancestral. Las zonas arqueológicas mayas no solo representan una ventana al pasado, sino un puente hacia un modelo de turismo responsable que combina conocimiento, conservación y respeto por la historia viva del territorio.
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