En un giro que está dando mucho de qué hablar, el expresidente Felipe Calderón reveló que está evaluando su posible retorno a la política activa tras el relanzamiento reciente del Partido Acción Nacional (PAN). Aunque no asistió al acto de renovación del partido —encabezado por su dirigente nacional, Jorge Romero—, Calderón dejó la puerta abierta al afirmar que “me interesa saber exactamente en qué consiste… antes de decidir si me reincorporo o no”.
Calderón pone sobre la mesa su condición: quiere ver que el PAN cumpla con la apertura ciudadana que prometió, reconstruya su cercanía con la sociedad y actúe con coherencia antes de volver a entrar en escena. En su propia voz: “Viendo lo que se dijo o lo que se prometió… si eso se cumple creo que va en el camino correcto el PAN”.
El relanzamiento del partido fue presentado como la “nueva era azul”: una organización que se abre a la ciudadanía, propone elecciones primarias, facilita la afiliación y modifica sus estatutos para dotar de más participación a sus militantes. Pero no todo es entusiasmo: desde la oficialidad y la propia oposición han criticado que el cambio sea solo de imagen.
Calderón incluso dejó claro que su regreso no necesariamente sería exclusivamente dentro del PAN: “A la política en general. No sé si al PAN”. Esta frase sacudió la escena política, pues abre la posibilidad de que busque algún otro espacio o plataforma.
Uno de los factores clave será el proceso electoral de 2027, al que Calderón se refirió como una especie de meta para medir si el partido realmente se renovó. Pide que el PAN recorra todos los distritos, haga asambleas y permita que ciudadanos elijan a los candidatos, para entonces juzgar si vale la pena su regreso.
El contexto político también suma: el PAN, tras su relanzamiento, anunció que romperá con alianzas tradicionales, como las que sostenía con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y otros partidos. Pero hay quienes señalan que esas rupturas podrían no ser totales o inmediatas.
Por otra parte, algunos sectores críticos recuerdan que el relanzamiento del PAN se dio en un momento complejo para el país —en particular durante emergencias por inundaciones— y cuestionan que el evento tenga sustancia real y no solo marketing.
Entonces, ¿qué está en juego? Para Calderón, la credibilidad del PAN y, en consecuencia, su propio retorno. Para el partido, reconstruir su identidad, ganar terreno frente al dominio de otros partidos y demostrar que puede conectar con la ciudadanía de nuevo. Y para la política mexicana en general, la posible reentrada de un expresidente en activo que ya dejó su marca.
Queda por ver si Calderón da el paso, cuándo lo hará y bajo qué condiciones. Pero lo cierto es que este movimiento pone al PAN bajo nueva luz —y al exmandatario, en el radar una vez más. Si las promesas se cumplen, podríamos estar ante un regreso con peso; si no, veremos sólo un intento que se queda en la promesa.
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