El Tren Maya se consolida en 2025 como el proyecto ferroviario más importante de México en el siglo XXI, con 1,554 kilómetros de recorrido que enlazan cinco estados del sureste: Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Más allá de su papel como medio de transporte, la iniciativa se ha convertido en un eje de desarrollo económico, social y ambiental para comunidades históricamente marginadas.
De acuerdo con la Secretaría de Turismo y el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), el proyecto ha generado más de 120 mil empleos directos y 200 mil indirectos desde su inicio, con un impacto significativo en las economías locales. En su primer año de operaciones, se registra un crecimiento del 7% en el turismo nacional en la región, impulsado por nuevas rutas que conectan destinos culturales, ecológicos y gastronómicos.
El Tren Maya forma parte de una estrategia integral de desarrollo sostenible. Sus estaciones sirven como nodos de conexión con zonas arqueológicas, reservas naturales y pueblos originarios. Destinos como Valladolid, Izamal, Palenque y Calakmul se han beneficiado de una mayor afluencia turística, acompañada de inversiones en infraestructura y capacitación comunitaria.
Uno de los principales ejes del proyecto es el turismo comunitario. En Maya Ka’an, Quintana Roo, cooperativas locales gestionan experiencias ecoturísticas que promueven la conservación de selvas, cenotes y fauna endémica. Este modelo fue reconocido durante el Tianguis Turístico 2025 por su contribución al desarrollo regional y su capacidad para integrar a comunidades mayas en la cadena de valor del turismo.
El impacto cultural del tren también se refleja en iniciativas como “Sicté: La Resina Maya”, un cortometraje producido por jóvenes de Petcacab que rescata la tradición del chicle natural. Este tipo de proyectos forma parte del componente sociocultural que busca revalorizar las raíces indígenas y promover el orgullo identitario a través de la difusión digital y audiovisual.
Las unidades del Tren Maya operan con tecnología híbrida, lo que reduce las emisiones de carbono y refuerza el compromiso ambiental del proyecto. Asimismo, se implementan programas de reforestación y restauración de corredores biológicos en colaboración con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y universidades locales.
No obstante, el proyecto enfrenta críticas por parte de organizaciones ambientalistas que han expresado preocupación por el impacto ecológico en zonas de alta biodiversidad. Las autoridades han respondido con ajustes en los trazos y medidas de mitigación, incluyendo pasos de fauna y sistemas de monitoreo ambiental.
En términos económicos, el Banco de México estima que el Tren Maya podría aportar hasta un punto porcentual adicional al crecimiento del PIB del sureste en los próximos tres años, al detonar inversiones privadas y públicas en hotelería, transporte y servicios turísticos. La meta, según FONATUR, es consolidar un modelo de turismo equitativo que reduzca las brechas regionales y promueva empleos formales con enfoque sustentable.
La conectividad ferroviaria abre una nueva etapa para el turismo mexicano. Al integrar cultura, medio ambiente y desarrollo social, el Tren Maya simboliza una transformación estructural del sureste, donde el progreso se mide no solo en kilómetros recorridos, sino en comunidades que avanzan hacia un futuro compartido.
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