La historia de la vaquita marina (Phocoena sinus), el cetáceo más pequeño del mundo y también el más amenazado, ha estado marcada por el declive y la resistencia. Sin embargo, los resultados de la Campaña de Investigación Vaquita 2025 ofrecen una nueva razón para la esperanza: por primera vez en años, los científicos reportan una presencia estable y continua de ejemplares dentro y fuera de la Zona de Tolerancia Cero (ZTC), acompañada de señales alentadoras de reproducción.
El monitoreo acústico iniciado en mayo y complementado con un crucero visual en septiembre reunió a especialistas mexicanos y extranjeros que, mediante detectores submarinos y observaciones con binoculares de gran alcance, registraron decenas de encuentros acústicos y varios avistamientos directos. Los resultados indican la presencia de entre siete y diez vaquitas distintas, incluidas crías y juveniles, lo que sugiere que la especie sigue reproduciéndose. Entre ellas destaca “Frida”, una hembra reconocible por su aleta dorsal doblada, observada por primera vez en 2023 con su cría y nuevamente en 2024, reafirmando la capacidad reproductiva de esta población tan reducida.
La labor conjunta entre equipos científicos, organizaciones como Sea Shepherd Conservation Society (SSCS) y pescadores de San Felipe representa el esfuerzo más completo desde 2015 para evaluar la situación de la especie. Entre mayo y septiembre de 2025, los detectores acústicos registraron 254 encuentros en distintas zonas del Refugio de la Vaquita, especialmente en las porciones noroeste y central de la ZTC, pero también en el Área de Extensión (AE) adyacente, donde se detectaron madres con crías. Estas señales acústicas —los chasquidos característicos de ecolocación— funcionan como una brújula que orienta los recorridos de los barcos y permite conocer con precisión la distribución de los individuos.
El origen de esta leve recuperación se remonta a la creación de la ZTC en 2018, una zona donde se prohibió completamente el uso de redes agalleras, principal causa de muerte de la vaquita. Estas redes, empleadas tanto para la pesca de totoaba como para especies comerciales, han provocado la muerte de cientos de miles de mamíferos marinos en el mundo, al atraparlos y asfixiarlos. En el Alto Golfo de California, la instalación de bloques de concreto con ganchos por parte de la Secretaría de Marina en 2022 redujo en un 95% el uso de redes dentro de la zona crítica, lo que ha permitido frenar la drástica caída de la población que llegó a perder más del 45% anual entre 2015 y 2018.
En paralelo, la dimensión humana de este esfuerzo ha cobrado fuerza. Durante el crucero de 2025, diecisiete jóvenes de San Felipe participaron como aprendices en las labores de observación y registro. Bajo la coordinación de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), el proyecto busca formar una nueva generación de monitores locales, vinculando el conocimiento científico con el compromiso comunitario.
Los datos más recientes permiten trazar un mapa actualizado de la distribución de la especie y delinear las áreas donde se deben concentrar los esfuerzos de protección. La evidencia muestra que las vaquitas no solo sobreviven, sino que se adaptan y siguen utilizando distintas zonas del Refugio, una señal de resiliencia biológica que renueva la esperanza.
Como concluye el equipo científico que participa en la campaña: “La vaquita ha demostrado ser una especie extraordinariamente resiliente. Si dejamos de matarla en las redes, se recuperará.”
La supervivencia de este pequeño cetáceo, símbolo de la conservación marina en México, depende hoy más que nunca de mantener los esfuerzos de protección, de fortalecer la colaboración entre ciencia y comunidad y, sobre todo, de garantizar un mar libre de redes en el último refugio de la vaquita.
















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