Morena en la mira del New York Times: les sacan sus trapitos al sol

Por Bruno Cortés

Ándele, que cuando parecía que la bandera de Morena contra la corrupción ondeaba sin mancha alguna, llegaron los del New York Times a aguar la fiesta. Resulta que el famosísimo diario gringo, ni más ni menos, se puso a investigar y publicó una serie de reportajes que le están sacando canas verdes al partido en el poder, pues dejan ver que no todo lo que brilla es oro en la llamada «Cuarta Transformación». La cosa es que están exponiendo unos escándalos y un doble discurso que nomás no checan con su promesa de ser diferentes.

El asunto se puso color de hormiga con una de las publicaciones que le puso el dedo directamente a Adán Augusto López, que no es cualquier pelagatos, sino una de las figuras pesadas del movimiento. Ahí sí la puerca torció el rabo, porque el periódico ventaneó acusaciones de una presunta corrupción marca diablo y hasta supuestos nexos con el crimen organizado. Una bronca de ese tamaño, y contada por un medio de ese calibre, obviamente prendió los focos rojos y puso a todos a preguntarse qué tan en serio va eso de no robar, no mentir y no traicionar.

Pero espérese, que ahí no para el chisme. Otro tema que sacaron a relucir es la contradicción entre el discurso de la «pobreza franciscana» que tanto pregonan y el tremendo lujo con el que, según el diario, viven algunos de sus líderes. Mientras al pueblo le recetan austeridad, el NYT describe un panorama de casoplones, colecciones de arte y viajecitos que, la neta, se parecen un chorro a las prácticas de los políticos de antes, esos a los que juraron combatir. ¡Qué oso!

Un columnista, un tal Diego Fonseca, lo resumió sin pelos en la lengua en un texto titulado «La doble moral es el trago de la casa». Dijo lo que muchos piensan por lo bajo: que parece haber una justicia para los adversarios y otra muy distinta para los de casa. Y para muestra, recordó el videoescándalo del hermano del presidente recibiendo fajos de billetes, un asunto que nomás no termina de aclararse y que le cae como anillo al dedo a la crítica sobre esa selectividad para indignarse.

Obviamente, desde Palacio Nacional la presidenta no se ha quedado callado. Cada que le tocan el tema, solo atina a responder responde que es puro golpeteo, que es una campaña de desprestigio de los conservadores que no aguantan vara y nomás le quieren echar carrilla a su gobierno. Descalifica los reportajes y defiende a los suyos, asegurando que en su administración la corrupción ya se acabó y no se tolera, venga de quien venga, sin embargo existe, sin embargo la delincuencia galopa por México.

El problema es que estos periodicazos no vienen de un pasquín cualquiera, sino de un medio con credibilidad mundial, y eso le pega directamente a la autoridad moral con la que Morena ganó en 2018. Se vendieron como la purificación de la vida pública, los que iban a barrer la corrupción como las escaleras, de arriba para abajo, pero estos reportajes dejan la amarga sensación de que a lo mejor nomás le andan escondiendo la basura debajo del tapete.

Al final del día, se les está cayendo el teatrito de ser diferentes. La gente empieza a preguntarse si de verdad son una solución o simplemente salieron más de lo mismo, pero con otro color. Y esa, para el partido en el poder, es la bronca más grande de todas.

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