El Día de Muertos es una de las festividades más emblemáticas de México, llena de color, sabores y rituales que conectan a los vivos con quienes ya partieron. Uno de los elementos más representativos es el camino de pétalos de cempasúchil, que va desde la entrada del hogar hasta el altar dedicado a los difuntos. Este recorrido no solo es decorativo, sino que cumple la función de guiar espiritualmente a los muertos hacia la ofrenda.
La flor de cempasúchil, conocida en náhuatl como Zempoalxóchitl o “veinte flor”, destaca por su vibrante color amarillo, naranja y rojizo, además de su característico aroma. Su presencia en los altares simboliza la conexión entre los vivos y los difuntos, y cada elemento del altar —desde velas hasta alimentos— tiene un significado dentro del ritual. Seguir el camino de pétalos es una práctica que da coherencia al conjunto del altar y refleja respeto hacia los que han partido.
Históricamente, los pueblos indígenas utilizaban el cempasúchil con fines medicinales, pero con el tiempo su uso se centró en lo ceremonial. Hoy en día, mantener viva esta tradición no solo refuerza la identidad cultural, sino que también permite a las familias honrar a sus muertos de manera tangible, tanto en los hogares como en los panteones.
El cempasúchil también tiene un impacto económico significativo. Según datos del Gobierno de México de 2023, la producción nacional alcanzó 21,355 toneladas, 518,712 manojos y 2,368,200 plantas. Su cultivo genera ingresos para productores locales, demostrando cómo una tradición ancestral puede combinar cultura, economía y memoria.
El altar de Día de Muertos incluye otros elementos que fortalecen el vínculo con los difuntos: petates como descanso, perritos izcuintle para guiar a los niños al Mictlán, pan de muerto, retratos, calaveras de azúcar, alimentos típicos y decoraciones como papel picado y figuras de barro. Cada objeto cumple un papel simbólico que enriquece la experiencia del ritual y mantiene viva la tradición.
En conjunto, los caminos de pétalos de cempasúchil y los altares representan mucho más que una decoración: son un espacio de memoria, homenaje y convivencia simbólica. Esta práctica ancestral sigue uniendo a las familias mexicanas con sus muertos, recordando que la muerte forma parte de la vida y celebrando la identidad cultural del país.
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